miércoles, 19 de julio de 2017

Kai (V): Alma de arquero

Trató de mantener su pánico a raya y repasó mentalmente los conocimientos que en teoría debía poner en práctica en la fase de supervivencia. Los desperfectos no eran extremadamente graves, tal vez con un poco de magia pudiera arreglarlo sin problemas, pero era una reparación laboriosa y no disponía del tiempo necesario. En un arranque de determinación, arrancó de cuajo la pieza rota ayudándose de un ligero movimiento mágico y colocó la mano que sujetaba el arco de tal forma que pudo hacer un pequeño apoyo con sus dedos. Tiró de la flecha, apretó los dientes y disparó hacia la marca al tiempo que sentía cómo el arma le dejaba en carne viva la mano y parte del brazo a medida que se deslizaba por ellos.
Hubo un momento en el que estuvo convencido de que el sacrificio había sido en vano, pero la flecha impactó en su objetivo por poca distancia, y a Kai le faltó tiempo para brincar sobre el alféizar y agarrarse al poste, dándose impulso con piernas y brazos para ascender por él y aguantándose las lágrimas cada vez que la madera entraba en contacto con las heridas causadas por la flecha.
Apenas pudo contener la alegría cuando, al desasirse del poste y ponerse en pie sobre la cubierta de la casa, descubrió que finalmente se había puesto a la altura de Vith.
El chico le dirigió una mirada hostil al percatarse de su presencia, visiblemente sorprendido. Nunca le había tratado mal, pero Kai sabía que Vith también deseaba ser seleccionado para viajar a Elbor, y aquello era una cuestión personal para él. Resollando por el esfuerzo, Vith no perdió ni un segundo más y puso pies en polvorosa en un intento de dejarlo atrás de nuevo, pero esta vez Kai no se lo permitió. Dio una zancada frente a él, obstaculizándole el paso por un instante, y saltó a la cubierta de la siguiente casa, alejándose a la velocidad de la luz.
—¡Maldito mestizo! –le oyó vociferar a lo lejos, henchido de rabia.
Kai sintió una mezcla de dolor y satisfacción al mismo tiempo, pero no se fiaba de Vith y necesitaba asegurarse de que le cogía la delantera definitivamente. Sin detenerse, buscó con la mirada la luz del siguiente munhe, y la localizó brillando entre las hojas alargadas y sinuosas de la copa de un gran árbol. Encendido por la adrenalina, volvió a ignorar el camino habitual y apretó el paso, lanzándose hacia otra pasarela que le sirvió para coger carrerilla y dar un enorme salto en dirección al árbol en cuestión, colgándose de una de las hojas. Aulló de dolor cuando sus manos resbalaron por la hoja, cediendo por el peso y cortándole las palmas con el filo, pero aún así se las arregló para agarrarse bien. Obviando la sangre que manaba de sus manos y teñía el verde azulado de la vegetación de un intenso escarlata, se las ingenió para enrollarse parte de la hoja alrededor de una mano, y repitió el proceso para sujetarse a la otra hoja que tenía al lado.
«¿De verdad era necesario esto, mestizo idiota?», se torturó a sí mismo mentalmente mientras ascendía a pulso por las hojas del árbol, sin evitar reparar en el escozor de las palmas de sus manos.
Cuando llegó a la copa del árbol casi se sintió desfallecer. Aspiró aire durante un momento, apoyándose sobre sus rodillas, pero de pronto se acordó del rostro enfurecido de Vith y volvió a ponerse en marcha.
No tardó en encontrar el munhe, y desde allí visualizó la marca correspondiente, balanceándose en una hoja del árbol como había estado haciendo Kai momentos antes. Sacó una flecha del carcaj, la colocó sobre el arco y la flecha cayó hacia un lado, imitando a la anterior.
—Mierda –maldijo en voz baja. Había olvidado todo el asunto del reposaflechas y acababa de caer en la cuenta de que debía volver a hacerse daño con las malditas flechas dos veces más si quería superar la fase.
Le dieron ganas de llorar, totalmente reacio a la idea provocada por su mala cabeza, pero no había tiempo que perder. Vaciló, pero finalmente decidió arrancarle un par de pedazos a una hoja.
—Lo siento –se disculpó de corazón, tanto con el árbol como con Everyth –. Espero que sepas perdonarme.
Se enrolló y sujetó los trozos de la hoja en las manos, a modo de vendas, y a continuación compensó torpemente al árbol invocando su magia para hacer que la hoja arrancada creciera de nuevo y devolverla a su estado anterior. Kai sabía que aquello no arreglaba nada, ni ante el árbol, ni ante la diosa, pero no podía permitirse dejar la fase a medias, y no sabía qué otra cosa hacer.
Volvió a colocar los dedos simulando un reposaflechas y se concentró en la marca balanceante. No podía fallar.
Disparó, y la flecha le cortó de nuevo al volar hacia su blanco, pero esta vez no le escoció tanto gracias a su protección improvisada. Eso lo alentó, pero sus ánimos desaparecieron cuando la flecha pasó silbando al lado de la marca.
Kai soltó una maldición, sacó otra flecha y repitió la operación. Esta vez sí acertó, pero su protección estaba ya desgastada y no soportó tan bien el dolor. Con lágrimas en los ojos, decidió que necesitaba acabar con esa fase cuanto antes, así que no se lo pensó más y se dejó caer de rama en rama hasta sentir de nuevo la hierba bajo sus pies, y trotó hacia el final del circuito, esta vez siguiendo el camino convencional.
El maestro Hando lo vio llegar desde la meta y asistió estupefacto a su último disparo, viendo cómo la flecha le desgarraba el brazo y una mano cubierta por una hoja de siaze destrozada y ensangrentada antes de atinar en el centro de la marca. Sin poderse controlar más, Kai profirió un grito descomunal, lanzó el arco y el carcaj al suelo con furia y se tiró sobre la hierba fresca, con los ojos henchidos en lágrimas y profundamente aliviado por haber acabado al fin con aquella fase del infierno.
El maestro se quedó observándolo durante unos largos segundos.
—Llamaré a un mago –sentenció finalmente.

—¿Qué ha pasado, chico? –le preguntó abiertamente el maestro una vez hubo regresado, mientras la sanadora que había traído se encargaba de curar sus heridas.
El resto de aprendices todavía no habían llegado cuando Hando había regresado acompañado de una thaender anciana que, nada más ver de quién se trataba el accidentado, se había dispuesto a hacer su trabajo sin proferir una sola palabra.
Kai bajó la cabeza, visiblemente avergonzado. A pesar de ser mestizo, el maestro Hando siempre lo había tratado con respeto y temía decepcionarlo.
—Nunca has tenido problemas con esta fase –continuó el maestro al ver que Kai no contestaba –. De hecho, no me ha sorprendido que hayas llegado el primero, pero siempre lo has realizado holgadamente, y mira en qué condiciones estás. ¿Ha ocurrido algo?
Kai dudó de si contarle lo sucedido con Nilhe al principio del circuito, pero en ese momento vio cómo Vith llegaba a la meta y sus dudas se disiparon, acordándose del momento en el que el propio Kai se había interpuesto en el camino de su compañero.
—Tuve un percance al principio –dijo finalmente, escogiendo las palabras –, y tuve que ingeniármelas para salvar tiempo.
El maestro Hando señaló con la vista las heridas que la sanadora estaba cerrando poco a poco con su magia.
—¿Y esos cortes? ¿Has olvidado de pronto cómo disparar?
Kai notó de pronto la boca pastosa.
—Se me rompió el reposaflechas, maestro. Consideré arreglarlo, pero hubiese tardado demasiado, así que al final decidí utilizar mis propios dedos.
Hando alzó las cejas, y por un momento Kai tuvo miedo de que su maestro decidiera descalificarlo por saltarse las normas.
Sin embargo, el maestro se mantuvo en silencio, observándolo con una expresión indescifrable.
—Esto ya está –anunció la sanadora de pronto, y se dirigió al arquero –. La magia aún estará haciendo su efecto por un rato, así que debe tener cuidado y mantener reposo en el brazo y en las manos.
A Kai se le cayó el mundo a los pies al escuchar la noticia de la mujer. Si no podía utilizar sus manos, ¿cómo se suponía que iba a seguir con la prueba?
El maestro Hando asintió severamente.
—Descuida, lo hará. Que Everyth te otorgue larga vida.
Se despidieron con el saludo deiliano y la mujer desapreció en el bosque.
Nilhe había llegado mientras la sanadora comunicaba la noticia y, en cuanto vio a Kai y concluyó que el mestizo había finalizado el primero, le dedicó una mirada cargada de odio. Unos minutos después llegó Esven, sin dejar de mirar hacia el cielo para comprobar que había llegado a tiempo, y disparó su última flecha.
—Bueno, pues ya estáis todos –declaró el maestro Hando cuando al fin se reunieron –. Y todos a tiempo, así que de momento vais por el buen camino. Tomaos un descanso y nos reuniremos aquí mismo al comienzo de la tarde para continuar con la prueba. Que Everyth os guarde y os dé suerte.
—Sí, maestro –respondieron los aprendices al unísono, tratando de contener su excitación por haber superado la fase.
Esven, Vith y Nilhe intercambiaron animadas despedidas y se disgregaron sin mirar a Kai en ningún momento. Kai, acostumbrado, suspiró y se dispuso a marcharse cuando la voz de su maestro lo llamó:
—Kai –dijo con una voz limpia y clara.
Kai dio media vuelta, sorprendido porque su maestro se dirigiera a él en exclusiva.
—¿Sí, maestro Hando?
El hombre lo observó con cierta curiosidad, cruzando los brazos.
—La forma en que has superado la fase de habilidad ha sido temeraria, chico –lo reprendió con tranquilidad.
—Lo sé, maestro –coincidió Kai, arrepentido –. Lo lamento.
—No es necesario que asistas a la fase de supervivencia –dijo súbitamente su maestro, sin tapujos.
Kai alzó las cejas, sin creer lo que estaba oyendo
—¿Perdona, maestro?
—Estoy al corriente de que para tus compañeros no eres de agrado, y sé que te lo han puesto más difícil.
El aprendiz guardó silencio, incapaz de ocultar su confusión, esta vez en un nuevo sentido.
—Tenía fe en ti –continuó el maestro al ver que Kai no pronunciaba palabra –, pero ni por asomo pensaba que fueras a llegar tan lejos. ¿Disparar flechas apoyándolas en tus propios dedos? Estoy francamente sorprendido, muchacho.
Kai se mantuvo observando a su maestro, tratando de resolver en su cabeza el rompecabezas de sus palabras.
—Entonces… ¿me descalificas por no haber reparado el arco?
El maestro Hando, eternamente serio y cansado, miró perplejo a su aprendiz unos instantes antes de dejar escapar una risa seca.
—No me has entendido, chico. Has realizado una fase de habilidad como no he visto en mi vida. Has demostrado que tienes recursos para vencer las adversidades, si es necesario sacrificándote tú mismo. No sólo eso, sino que has empleado conocimientos de otras fases para ayudarte en ésta, tal y como se debería hacer en una situación real. En otras palabras, has demostrado que tienes alma de arquero. Así que ve a casa, reposa tal y como ha dicho la sanadora y vuelve para la fase de abastecimiento. Creo que, por cómo has acabado, tu fase de habilidad también vale para superar una fase de supervivencia, ¿no crees?
Kai no daba crédito a lo que escuchaban sus oídos. Se sentía tan contrariado y colmado al mismo tiempo de tantas emociones que no sabía ni qué decir.
—Pe-pero… No he reparado mi arco. Quiero decir, no he demostrado que sé fabricar uno propio desde cero, ni que sé arreglarlo si se rompe como hoy, ni…
—¿Quién ha fabricado ese arco que llevas a la espalda, Kai? –lo interrumpió su maestro.
—Y-yo, maestro…
—Entonces podemos concluir que sí sabes hacerlo, ¿verdad?
Kai tragó saliva y asintió.
—Bien, pues creo que no hay mucho más que hablar –sentenció, y se dispuso a marcharse, dándole una palmada en el hombro al muchacho al cruzarse con él –. Descansa, chico. Te veo en la fase de abastecimiento.
Kai parpadeó varias veces, aún sin creérselo.
—Gra-gracias, maestro… –dijo, contemplando cómo el arquero se desvanecía entre los árboles.


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