¿Conocéis
esa sensación que se tiene cuando sientes que todo ha cambiado muchísimo, pero
en el fondo no lo ha hecho en absoluto? Lo que sería dar un giro completo de
360º: tu vida ha dado un vuelco enorme, pero sigues en el mismo sitio en el que
estabas al principio. Pues, para mí, eso es lo que ha sido el año 2015: un giro
de 360º.
Es
una sensación extraña, ciertamente. Si me pongo a analizar, aparentemente no ha
sucedido nada interesante en mi vida este año. Sigo estudiando la misma
carrera, sigo teniendo los mismos amigos que en 2014, he seguido trabajando en
las mismas cosas, intentando desarrollar los mismos proyectos personales…
Sentimentalmente ha sido un año totalmente plano, sin telenovelas ni emociones
fuertes. Si preguntas a la gente que me conoce más, seguramente todos te dirán
que soy la misma persona que en enero de 2015. He viajado más que otros años,
eso sí, pero podría decirse con total calma que acabo al año tal cual lo
empecé.
Y,
sin embargo, para mí todo es distinto.
Es
curioso que sienta todo más cambiado ahora que el año pasado. 2014 fue un año
repleto de emociones, de cambios muy radicales y de giros argumentales
inesperados. Salí mucho, conocí a mucha gente nueva y me marqué horizontes
nuevos. Mi día a día era una locura constante. Pero, es ahora, en la calma tras
la tempestad de 2014, cuando todos esos acontecimientos que me limité a vivir y
que me sacudieron por dentro se han ido asentando y han cobrado un significado.
A
veces necesitas dar un alto en el camino y pararte a analizar todo lo que ha
ocurrido y lo que te está ocurriendo. ¿Es esto que estás haciendo ahora lo que
quieres? ¿Es este el camino que te acerca más a la meta que persigues? ¿Son
estas las personas que quieres a tu lado? ¿Eres tú la persona que quieres ser?
Sin
duda 2015 no habrá sido el año más increíble ni emocionante de mi vida, pero sí
uno de los más importantes, porque ha sido con diferencia el año en el que he
experimentado una mayor evolución personal. He pasado mucho tiempo conmigo
misma, conociéndome, analizándome y desgranando cada uno de mis pensamientos,
de mis sentimientos y de mis aspiraciones y, después de tantas horas de
reflexión, puedo afirmar con total convicción una cosa: soy la misma chica que
he sido siempre, pero mejor.
Mejor
porque por primera vez en mi vida puedo afirmar que casi en la totalidad de los
casos no me importa una mierda lo que piensen de mí los demás. Porque no
necesito que nadie me diga que soy alguien increíble para creérmelo. Por fin he
comprendido que no soy diferente a nadie, aunque me haya sentido diferente toda
mi vida, porque todo el mundo es diferente, y en el fondo nadie lo es. Porque
por fin he entendido que el hecho de ser o sentirme diferente no me hace ni
mejor ni peor que nadie, que simplemente soy una persona como otra cualquiera
con sus alegrías, sus penas, sus deseos, sus ilusiones, sus miedos y sus
inseguridades, y que cada uno enfoca todo esto de una forma personal y
distinta. Por fin he admitido que, pese a lo que me he esforzado en creer, yo
también tengo prejuicios y he infravalorado a muchas personas sin saber quiénes
eran realmente. He aprendido que no hay un solo motivo en este mundo lo
suficientemente fuerte para avergonzarse de uno mismo ni de los demás, y que
por mucho que cueste no debes formarte ninguna imagen de nadie sin antes darte
la oportunidad de conocerlo. He aprendido que nadie es como es por motu propio,
que todos tienen una historia detrás y un mundo dentro que les han llevado a
ser como son y a actuar como actúan. Que no es tan difícil entender a los demás
si te tomas la molestia de intentarlo, y que todos se merecen una segunda
oportunidad. Que perdonar es mucho más fácil cuando te das cuenta de que tú
tampoco eres perfecto.
Por
fin he reconocido que he sido mucho más hipócrita e inmadura de lo que me
gustaría, que no he admitido perdón en ocasiones en las que si me pongo a
pensarlo tal vez yo tampoco habría logrado hacerlo de la mejor forma, y que he
denunciado y criticado actitudes que yo también he tenido. He aprendido que el
contexto es determinante para entender las razones por las que las personas
actúan como lo hacen, y que hay muchas cosas que tachamos de inmorales porque
no entra dentro de nuestra cultura, y en realidad tampoco lo son. He aceptado
que hay errores de los que me siento orgullosa, no solo porque me han llevado a
la persona que soy hoy, sino porque, pese a que objetivamente estuvieron mal,
honestamente a mí me gustó cometerlos y lo volvería a hacer. He aprendido que
es lícito equivocarse y nunca demasiado tarde para pedir perdón, y que el
orgullo es un arma de doble filo de la que casi siempre es mejor deshacerse. He
comprendido que hay muy poquitas cosas que realmente son importantes y que
muchísimas que lo parecen ni siquiera se acercan a serlo. Que hay muchas cosas
que la gente llama defectos y lo cierto es que no lo son, aunque tampoco sean
virtudes, tan solo características. Que no pasa nada por admitir tus
imperfecciones, que intentar quedar bien delante de los demás y justificarse constantemente
es una pérdida de tiempo y que solo tienes que dar explicaciones de lo que
haces y dejas de hacer si realmente te apetece hacerlo. Que hay tantas cosas
que no son para tanto… He aprendido que, seas como seas, está bien, y que lo
único que tienes que cambiar es aquello que te aleja de ser la persona que tú
quieres ser.
He
aprendido que las etiquetas son cómodas, pero no útiles. Que los estereotipos
no existen y que hay mucho más detrás de unos simples nombres y adjetivos. Que
la forma en la que vistas, te peines, te maquilles, a qué dediques tu tiempo
libre, el hecho de que seas hombre o mujer, lleves tatuajes, piercings, el pelo
de colores o no trabajes tu imagen en absoluto no define la persona que eres, y
que hay muchas más personas aparentemente muy diferentes a ti que podrían ser
grandes amigos tuyos de los que te piensas. Que hemos avanzado mucho, pero la
intolerancia y la superficialidad siguen estando a la orden del día. Que el
postureo siempre es bien recibido, pero oye, tampoco hay nada de malo en ello.
Que las personas con las que estás o dejas de estar solo te atañen a ti, que
nadie tiene ni tendrá nunca poder para decidir qué es lo que tienes que hacer y
que las opiniones no pedidas casi nunca son bien recibidas. He aprendido que
hay muchas cosas por las que no merece la pena discutir y casi nada por lo que
merezca la pena ofenderse o angustiarse, pero que, al igual que no debes dejar
que nadie te imponga nada, tú tampoco debes imponer tu criterio a los demás.
Que nadie tiene razón ni posee la verdad absoluta, ni siquiera yo. Que eres
plenamente libre de hacer aquello que consideres y que nada debe pararte.
He
aprendido que es más sano no depender de nadie y no dejar que la felicidad de
los demás dependan de la tuya, pero que compartir tu felicidad con los demás
sigue siendo igual de mágico. Que el amor sigue siendo de lo más importante en
la vida, pero no solo sentirse amado por aquellos a los que amas, sino también
el amor propio y la propia acción de amar. Que las victorias son más victorias
si hay alguien con quien puedas celebrarlo y las derrotas menos derrotas si hay
alguien con quien puedas llorarlas, pero que tampoco pasa nada si hay momentos
en los que te toca vivir ambas cosas solo. He aprendido que la soledad y la
tristeza están infravaloradas, que se puede disfrutar y aprender mucho estando
con uno mismo y que es necesario permitirse estar triste para liberarse por
dentro, desahogarse y poder entrar en un estado de ánimo más apropiado para
poder seguir adelante. Que negar tus sentimientos te destruye por dentro y que
el tiempo y la distancia son titanes fuertes, pero no invencibles.
Por
fin encontré a aquellas personas a las que quiero seguir teniendo a mi lado
pasen los años que pasen y con las que este año he tenido el privilegio de
consolidar la amistad, personas a las que admiro y quiero como nunca he
admirado y querido a nadie y por las que vivo tanto sus éxitos y alegrías como
ellos mismos, personas a las que tengo tantas cosas que agradecer que por más
que hablase de ellas me quedaría corta. Por fin me he dado cuenta de que había
personas que no me aportaban nada y he desechado de mi vida, y me he quedado
con lo esencial, al igual que he admitido y aceptado que hay personas que tal
vez ya no me quieran tener en la suya, y tampoco es culpa de nadie. He
aprendido a aceptar que las historias se acaban por definición, y que eso no
quita lo bonitas ni especiales que pudieron llegar a ser ni merecen ser
olvidadas o menospreciadas simplemente porque hayan llegado a su final. Que hay
personas a las que nunca dejaré de querer ni agradecer lo que me enseñaron pese
a que ya no están y que, por mucho que desearía que no fuera así, seguiré
echando de menos indefinidamente y deseando que algún día regresen. Que hay
canciones que me siguen moviendo el alma aunque hayan pasado años desde que las
escuché por primera vez y que hay otras que con el tiempo puede que no me
atreva a escuchar de nuevo. Y que hay personas que he conocido durante este año
que el que viene me gustaría tener el orgullo de poder decir que son mis
amigas.
Sigo
reafirmándome en que debo tener presente mi origen para no olvidar quién soy y
a dónde quiero llegar, por mucho que me aleje de él, y sigo creyendo que la
paciencia es la mayor virtud que uno puede tener y la constancia el ingrediente
más difícil para ver cumplidos tus propósitos. Sigo siendo igual de
terriblemente vaga, pero cada día tengo más voluntad e ilusión para vencer al
peor de mis defectos y cumplir con mis promesas, porque sigo teniendo las
mismas ganas de exprimir cada momento y comerme el mundo que cuando era una
niña. Sigo considerando un piropo que me digan que estoy loca y sigo teniendo
muy poca vergüenza para subirme a bailar a cualquier parte y cantar a grito
pelado por la calle. Sigo hablando por los codos pese a que me regañen por ello
y sigo sin ser una persona de muchos secretos aunque no tenga problema en
guardar los de los demás. Sigo pensando que escribir es mi mejor herramienta
para expresarme y que ponerle palabras a lo que sientes es el primer paso para
encontrarle un sentido y una solución a tus problemas. Sigo enviciándome a los
mismos videojuegos que cuando era pequeña y comprándome las nuevas versiones de
los mismos, y sigo soñando despierta a todas horas, exactamente los mismos
sueños de mi infancia. En definitiva, y como decía, sigo siendo la misma chica
de siempre, pero con una diferencia fundamental: que ya no reniego de quien
soy, ni tengo miedo de mostrarme de esta manera, sino más bien al contrario, me
encanta ser así y solo espero estar con aquellos a quienes también les encante.
Ya no voy a olvidar jamás a la niña que fui y, aunque siga evolucionando y
aprendiendo y mi forma de ver las cosas evolucione y cambie conmigo, espero no
crecer nunca y seguir teniendo la misma ilusión, alegría y pocos complejos y
prejuicios que esa niña de la que tanto me enorgullezco de haber sido.
Sé
que este que acaba de terminar no va a ser el único año en el que voy a
experimentar este tipo de evolución y aprendizaje, y que puede que dentro de
unos años mi forma de ver la vida ya no tenga nada que ver con la que tengo
ahora, pero siempre atesoraré 2015 como un año especial: el año en el que me
atreví por primera vez a ser yo misma de verdad.
Feliz
2016.