miércoles, 22 de noviembre de 2017

Piel negra

Estoy tan confusa.
Pensaba que tenía todo bajo control. Había viajado por infiernos peores antes de comenzar este último dolor. Éste es el tramo más corto, me dije en su día, sólo un páramo gris antes de salir a la luz del sol. Tenía todo planeado, cada pequeña meta, cada parada… Parecía fácil seguir el programa.
Supongo que llevaba tanto tiempo encerrada que no recordaba la sensación del viento en mi cara. Que llevaba tanto tiempo con las alas atadas que no recordaba lo que sentía al volar. Que llevaba tanto tiempo siguiendo planes y esquemas que no recordaba lo que era dejarse llevar.
Y dejar que todo fluya… Que todo sea presente sin la sombra del futuro instándome a que huya.
Y aunque nunca fue mi intención… ignoré la correa que aún me ataba y volé alrededor de mi farol. Y sí, cuando intento alejarme más allá, la correa tira de mi cuello, pero… joder, es que sienta tan bien desplegar las alas de nuevo…
Mundo, yo te juro que lo intento. Te juro que conozco mi deber, te juro que me esfuerzo. Pero mi cabeza es un torbellino y yo estoy mareada y ciega. Que cuanto más cerca está la cima, más empinada es la cuesta… Y no quiero seguir escalando más, tengo las extremidades entumecidas, necesito descansar… Necesito vivir, necesito volar… Tantas cosas que hace años que dejé atrás…
Ya, mundo, ya sé que es el precio que he de pagar, ya sé que no tengo opciones más allá de avanzar. Yo tampoco me entiendo, a quién quiero engañar. ¿Qué ha pasado con el tiempo? Ha volado más rápido de lo que yo puedo caminar. Y tengo mucho miedo… Ojalá te lo pudiera explicar.
Mundo, te juro que no me estoy rindiendo. Estoy en ello y lo voy a lograr. Es sólo que llevaba una niña muerta dentro y de pronto ha vuelto a respirar. Es que mi mente es más débil que mi cuerpo, es que por una vez no tengo razones, no me sé autodiagnosticar… Que sí, que veo la luz al final del túnel. Que no, que no entiendo por qué no encuentro guía para llegar ya.
Y como ésta otra carta más sin acabar. Más tinta derramada y papel arrugado que nunca te llegará. Pero, bah, qué más da… Para qué tanto esfuerzo si este tren no se va a parar. Para ti, mundo, son sólo excusas de una niña que sólo quiere jugar. Adolescente tardía, rebelde sin causa, sin suficientes horas fuera de casa y demasiados deberes por acabar.
Mundo, no entiendes que no elijo cómo funcionar. Que para mí es igual de decepcionante, pero no sé cómo contraatacar. Que esto es pura necesidad… Y no, no me gusta nada lo que me espera por caer una vez más. Pero no sé qué hacer, soy demasiado pequeña para hacerle frente a este titán.
Mundo, tal vez algún día pueda demostrarte de lo que soy capaz… Tal vez algún día entiendas que éste nunca fue mi lugar, todo mi dolor, mi sufrimiento, mi pena, mi desaliento y todo aquello que siento a lo que ni siquiera sé nombrar. A veces pienso que la culpa es mía por no plantar cara y no luchar. Soy tan débil, mundo… sólo me sé arrastrar. Y a veces querría llorar, pero mi corazón se ha quedado vacío y no me quedan más lágrimas que derramar. Pero, bueno, qué importa… Supongo que ya te darás cuenta el día en que me veas brillar.
Mientras tanto aceptaré la piel negra que debo cargar… las miradas de reprobación, de impotencia, de incomprensión que me toca aguantar, y seguiré avanzando con este paso lento y tembloroso que tanto odio, alargando mi condena sin quererlo, pero sin saberlo evitar. Y tal vez, algún día, con media vida perdida atrás, cuando llegue al lugar en el que siempre he querido estar, verás, mundo, que en el sitio al que pertenezco, mi piel es más blanca que cualquier lienzo, pues ya no se proyectará sobre mí más la sombra que ahora me obliga a vagar en esta oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario