Pasaron un par de días desde lo sucedido en casa de Clara que fueron tediosos a más no poder. Nunca había tenido excesivos problemas con los estudios, pero para Iván ir a clase era un recordatorio constante de lo que se le venía encima ese curso. Era su último año de instituto, y si segundo de Bachillerato ya era un curso complicado de por sí por la amenaza permanente de la selectividad, la presión inherente de a elegir una carrera (la decisión más importante de sus vidas) y sacar la nota necesaria poder llevarla a cabo, además él tenía una carga añadida.
Iván quería estudiar nanotecnología, una carrera que implicaba dos inconvenientes principales: en primer lugar, que necesitaba tener conocimientos tanto de dibujo técnico como de biología a partes iguales para poder comenzar la carrera sin morir en el intento, por lo que le había tocado escoger un itinerario y estudiar por su cuenta la asignatura restante. Era por ello por lo que había tenido que pedirle a la madre de Clara, que era profesora de biología, que le prestase un libro para prepararse esa asignatura.
El otro inconveniente era que la única facultad de nanotecnología de España estaba en Barcelona.
Y eso implicaba separarse de Clara. Cosa para la que no sabía si estaba preparado, y menos teniendo en cuenta lo sucedido la tarde anterior.
Iván le había dado muchas vueltas a lo ocurrido, había rememorado y analizado cada pequeño detalle de ese momento, y aproximadamente cada cinco minutos llegaba a una conclusión distinta. En general se oponía a la idea de que ella lo pudiera corresponder, convencido como siempre de que lo que él sentía no era recíproco en absoluto, pero a veces se acordaba de la mirada de Clara, de cómo por momentos se había desviado hacia la boca de él, de cumplidos que le había hecho como quien no quería la cosa, y no podía evitar dudar…
De pronto, todas las cosas que él había dado siempre por sentado habían cobrado un nuevo sentido para él a partir de ese día. ¿Y si había vivido durante años en una mentira, interpretando que aquella complicidad que experimentaba con ella era causada por la relación de amistad que llevaban manteniendo desde niños y no porque ambos tuvieran sentimientos hacia el otro? Que Iván supiera, Clara nunca había estado con ningún chico. Él nunca le había dado ninguna importancia, pero, ¿y si había una razón para que aquello no hubiera sucedido?
Durante esos días, Iván no había parado de hacerse estas preguntas y, cuanto más lo pensaba, analizaba y recordaba, más esperanzas se generaban inconscientemente en su interior… y, con ellas, una idea que jamás se le habría ocurrido ni imaginar que iba a llegar a plantearse.
La idea de proponerle a Clara quedar juntos.
Fuera de su casa o de la de ella.
Como una cita, vaya.
Iván había sentido un ramalazo de adrenalina cuando la idea llegó a su cabeza por primera vez, y enseguida la había desechado al considerarla más seriamente. Pero con el transcurso del tiempo su imaginación había volado hacia un futuro cercano en el que él y Clara iban a tomar un helado juntos, o paseaban por el parque, tal vez cogidos de la mano…
¿Y si aquello podía ser una realidad?
Iván llevaba un rato tirado en la cama, dándole vuelas a toda aquella situación, y por fin había creído haber tomado una decisión.
Y se atrevía a afirmar que era con diferencia la más terrorífica de toda su vida.
En un acto impulsivo, alargó el brazo rápidamente hacia su escritorio y cogió su móvil.
Hey, escribió rápidamente por WhatsApp.
Por suerte, la respuesta no se hizo de rogar.
Hey, tío, contestó Sergio al otro lado del teléfono.
Iván se lo pensó un segundo antes de volver a escribir.
Voy a decirle de salir a Clara.
Guay, fue la respuesta de su amigo. ¿Vas a ir al final a lo de mañana?
Iván se desinfló como un globo. Sus amigos llevaban un par de días dando por saco ininterrumpidamente por el grupo que tenían en la aplicación haciendo planes sobre salir de fiesta ese viernes para celebrar el comienzo del curso (una excusa igual de estúpida que cualquier otra para emborracharse y ligar con desconocidas).
No creo, contestó, ligeramente ofendido por la escueta respuesta de su amigo ante la magnitud de lo que acababa de decirle.
Iván le había narrado a Sergio lo ocurrido en casa de Clara al día siguiente mientras salían juntos del instituto y el muchacho había estado al corriente de su inmenso dilema, pero sabía que detrás de ese escueto “guay” su amigo realmente se alegraba por él y estaba orgulloso de que hubiese llegado a tomar esa decisión.
Deberías decir algo por el grupo. Todo el mundo cuenta contigo, tío.
Iván resopló, desganado. El grupo de amigos se había tomado la participación de Iván en el plan como todo un hito histórico y no habían parado de mencionarlo una y otra vez a lo largo de esos días, pese a que él se había mantenido firme en ignorarlos a todos ellos. Retirarse públicamente y someterse al agotador juicio de todos ellos durante días era lo que menos le apetecía en esos momentos.
En qué hora accedería a la propuesta de Sergio.
¿Cuál es el plan exactamente?
Una de las cosas que más le gustaba de su amigo era que, a diferencia de lo que habría hecho el resto, no le cuestionaba por no haber leído el grupo de WhatsApp.
Probablemente él mismo tampoco lo había hecho tanto como parecía.
Todavía no se ponen de acuerdo en el sitio, pero Quique tiene la casa sola. Quieren beber allí y entrar cuando abran la sesión para adultos.
Pero si todos somos menores, objetó Iván.
Ya. Habrá que buscar un DNI.
Iván casi podía ver a Sergio encogiéndose de hombros con indiferencia.
Paso, tío. No me gusta salir de fiesta, no me voy a meter en líos encima. Se lo pensó un segundo más antes de proseguir: Además, voy a quedar con Clara. Ya no tiene sentido que salga.
En cierto modo, hasta sentía que de alguna manera le estaba siendo infiel a Clara si salía, aunque no comprendiese bien esos sentimientos y no se atreviera a reconocerlos en voz alta.
Vale, tío, como quieras, respondió Sergio. Dilo por el grupo y ya está.
Gracias, tío.
Su pulso se aceleró, siendo consciente de que la conversación con su amigo había muerto… y eso significaba que la hora de la verdad había llegado.
Bueno, Sergio, tecleó, muy despacio. Voy a escribir a Clara.
Suerte, tío. Ya me contarás.
Gracias. Te digo luego.
Iván cerró la conversación con Sergio, viendo cómo en la pantalla principal se acumulaban las notificaciones en el grupo de los chicos, y buscó a Clara en su lista para abrir una nueva pantalla.
Estaba en línea.
Respiró hondo. Notaba su corazón latiendo con fuerza, haciendo que todo su cuerpo retumbase y temblase como un flan.
No sabía si estaba preparado para aquello. ¿Y si Clara lo rechazaba? Por un momento estuvo a punto de echarse para atrás, pero al final se hizo fuerte y decidió lanzarse sin pensárselo más veces.
Hey, Clara, tecleó rápidamente.
Ya estaba hecho.
¡Hola, Iván!, respondió ella al poco tiempo. ¿Cómo estás?
Iván no pudo evitar alegrarse del entusiasmo con el que había contestado la chica.
Bien, ¿y tú? ¿Qué tal estás?
Muy bien.
Tuvo una horrible sensación de vértigo, pero no podía demorarlo más. El momento había llegado.
Escogiendo bien las palabras, comenzó a escribir: Oye, Clara, he pensado que tal vez te gustaría…
Pero antes de que pudiera terminar la frase, llegó un nuevo mensaje de ella.
Tengo que contarte una cosa, Iván.
El chico se quedó confundido y paralizado, con el dedo levitando sobre la siguiente tecla. ¿Qué sería aquello que quería contarle?
Tuvo un mal presentimiento.
¿Ha ocurrido algo malo?, preguntó con cautela tras borrar el anterior mensaje.
¡Qué va!, respondió ella alegremente. Es una noticia genial.
Iván respiró aliviado y dejó escapar una risita nerviosa.
¡Guay!, escribió. ¿De qué se trata?
He conocido a alguien.